Thursday, January 2, 2014

La poesía de Rubén Darío: Ritmo, mitificación y estética vitalista


La poesía de Rubén Darío:
Ritmo, mitificación y estética vitalista

Dr. Francisco Flores-Cuautle
Wichita State University

Ama tu ritmo…

Ama tu ritmo y ritma tus acciones
bajo su ley, así como tus versos;
eres un universo de universos
y tu alma una fuente de canciones.

La celeste unidad que presupones
hará brotar en ti mundos diversos,
y al resonar tus números dispersos
pitagoriza en tus constelaciones.

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna
irradiación geométrica adivina;

mata la indiferencia taciturna
y engarza perla y perla cristalina
en donde la verdad vuelca su urna.

Rubén Darío (1867-1916), poeta nicaragüense, es uno de los grandes creadores latinoamericanos de todos los tiempos. Es conocido como el gran poeta del modernismo latinoamericano: el movimiento estético-ideológico que Latinoamérica aportó al mundo. El modernismo en Darío es una penetrante meditación sobre las contradicciones socioculturales propias de la Latinoamérica de finales del siglo diecinueve y principios del veinte. En su obra, Darío aspira a resolver esas tensiones proponiendo una estética que intenta ritmar y fusionar los contrarios; es decir, propone una poesía que quiere expresar la totalidad del universo desde una visión latinoamericana que no fuese simple mimesis de la cultura europea sino que, desde su autoctonía, fuera capaz de enunciar lo universal. Expresó Darío en “Palabras liminares” una síntesis de su ideario identitario y creacional: “Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces”. Asimismo, la agenda estética e ideológica de Darío la podemos observar en su poema: “Ama tu ritmo…”, contenido en Prosas profanas y otros poemas de 1901. Desde mi perspectiva, “Ama tu ritmo…” es uno de los grandes manifiestos del modernismo.

En lo que sigue, analizaré este poema para explicar cómo la forma imperativa resulta ser la clave para entender la urgencia de la voz poética que llama al lector a hacer un esfuerzo por entender el ritmo de su retórica mitificada y vitalista.

La inserción del imperativo “Ama” con el que se inicia “Ama tu ritmo…” debe ser visto como el factor esencial que desencadena las fuerzas que tensionan los distintos elementos de esta pieza. No es casual que la voz poética comience su poema con este precepto que llama al interlocutor a entender la magnitud de su consigna. Esta consigna, de hecho, representa una fórmula epistemológica relacional que tiende y distiende las fuerzas contenidas en el poema ya que, análogamente a espejos, la voz poética nos sumerge en un vaivén rítmico (Ama tu ritmo y ritma tus acciones)  caracterizado por dos fenómenos substanciales: la expansión y la absorción. Esto lo podemos observar si contraponemos la idea del ama del inicio (una imagen que en este caso funciona como un verbo que implica movimiento y que busca expandir los siguientes elementos del poema), con la de la  urna vista como el continente de la verdad que, a final de cuentas, es volcada.
Así pues, estamos, ante un par de fenómenos que son desencadenados por la fuerza dominante del imperativo: ama, que introduce un programa poético cuando es enunciada la máxima: eres universo de universos. La voz poética llama al lector a percibirse como un ser único que forma parte de un engranaje cósmico. La imagen anterior, en efecto, implica la noción de absorción y dispersión (el universo – la unidad celestial— está conformado por universos, mundos diversos, números dispersos, expandidos).
En Darío, el fluir de “lo amoroso” libera y unifica las fuerzas más dispares de la pieza. Es decir, la fuerza amorosa desencadenante que propone la voz poética en esta pieza, se caracteriza por la importancia de, por un lado, la celeste unidad engendrada a través de la pitagorización de las constelaciones y la geometrización del cosmos, y por el otro, el de la detonación de los universos y canciones que se diversifican y se dispersan.
Otro lugar del poema donde podemos corroborar lo que he dicho hasta ahora se encuentra en la cuarta estrofa:

Escucha la retórica divina
del pájaro del aire y la nocturna 
irradiación geométrica adivina

            En esta estrofa, las palabras fluyen al amparo de tres ideas que, en cuanto a  lo formal y al contenido, evidencian los fenómenos que ya he citado. Al inicio del verso nueve el tono imperativo prevalece, y el Escucha de este verso (complementado por la idea trascendental de la existencia de una retórica divina) encabalga con el siguiente verso. En éste, se relaciona a la retórica enunciada con un pájaro de aire y, nuevamente, se encabalga el mensaje con el verso diez. Posteriormente, emerge el concepto de una irradiación geométrica que la voz poética invita al interlocutor a adivinar. Nada es casual en el poema, los encabalgamientos subrayan el apremio por dilatar ese verso que necesita expandirse hacia la siguiente línea y, de esta forma, poder expresar  un programa poético dominado por la búsqueda de una retórica divina. Paralelamente, la figura del pájaro del aire ─ que simboliza  la expansión, el aire ubicuo ─ contrasta con el orden que propone la voz poética a través del concepto de la irradiación geometrizada regida por unas leyes que, a partir de un orden armonioso, convocan a las fuerzas dispersas a  regresar a la celeste unidad de la segunda estrofa.
Finalmente, en el último terceto del soneto, dos ideas contrapuestas predominan. El tono imperativo se mantiene y la voz del poema llama al receptor a matar la indiferencia taciturna (al spleen de Baudelaire), por medio del engarce, paso a paso, de sendas perlas cristalinas de una verdad que termina por volcar su urna. ¿A qué se refiere Darío con esta verdad que vuelca su urna? ¿A la dispersión del conocimiento, de la vida, de lo humano? Esta inserción final del verbo volcar encuentra su enlace con la petición de la voz poética que apresura al interlocutor a ritmar sus acciones (verso uno) bajo las leyes del universo (verso dos) y a pitagorizar sus constelaciones (verso ocho). Se está pues, nuevamente, ante el par de fenómenos que caracterizan toda la pieza. A manera de diástole y sístole, la voz poética nos lleva a través de un artefacto poético en el que a las leyes pitagóricas le son contrapunteados los mundos diversos y los números dispersos. Finalmente, la muerte de la indiferencia es lograda a través de un amor-amar intenso, capaz de relacionar las fuerzas dispersas del cosmos –a veces, ordenado y armonioso, a veces disperso. De esta manera, el yo imperante que domina el poema insta al interlocutor a que perciba la forma en que el cosmos se contrae y se expande para renovar, con un ritmo similar al fluir de la naturaleza, sus creaciones infinitas.