Dr. Francisco Flores-Cuautle
Wichita State University
En las
últimas semanas se asocia México con el término “violencia”. Quedaron atrás
aquellos años en los que México era un sinónimo de culturas milenarias, un
mundo maravilloso por visitar y descubrir. El mundo de los grandes creadores y
escritores mexicanos, el de la diversa y fascinante cultura milenaria, ha sido
substituido por la idea de un México violento.
El tema que
ha dado la vuelta al mundo es el de Iguala (Guerrero, México). El 26 de
septiembre seis personas fueron masacradas, entre ellas tres estudiantes normalistas,
25 resultaron heridas, y 43 desaparecieron. Hasta ahora, no hay una versión
oficial sobre quiénes, o bajo la orden de quién, se llevó a cabo este brutal
acto.
Estamos
ante el caso de violaciones a los Derechos Humanos más severo en los últimos
cuatro decenios. Es un tema cruel, sangriento, lleno de interrogantes. El
Gobierno mexicano, a pesar de tener toda la capacidad de informarse sobre lo
que sucede a lo largo y ancho de la nación, afirma no saber nada del paradero
de los 43 estudiantes desaparecidos (reportes actualizados sobre este tema
pueden ser consultados en este link: http://goo.gl/4TOCHl).
Este
acontecimiento no nace en un vacío histórico, tiene sus explicaciones. En lo
que sigue expondré mis observaciones.
El actual gobierno
de México, dirigido por Enrique Peña Nieto, niega todo, afirma no saber nada
sobre los 43 estudiantes; entonces, ¿sus aparatos de inteligencia no funcionan?
Esta negación forma parte de un completo sistema comunicacional. Primero, el gobierno
mexicano, niega saber, después, acepta
que hay dudas razonables y, finalmente, acaba imponiendo “su verdad”, ya que controla los principales medios de
comunicación. En otras palabras, de “imponer su verdad” el gobierno ha hecho
todo un sistema administrativo.
Además de
las imposiciones antes explicada, hay
que añadir que en México se ha consolidado una corrupción gubernamental
generalizada. Los políticos, sean del partido que sean—PRI (Partido
Revolucionario Institucional), PAN (Partido Acción Nacional), PRD (Partido
Revolución Democrática)— comenten delitos graves, pero nunca se les llama a
rendir cuentas. Los políticos se hacen millonarios a costas del erario—desarrollan
múltiples negocios amparados en las partes frágiles de la ley— y no hay forma
de exigirles un comportamiento ético. Parece no haber poder judicial capaz de
juzgar a los políticos corruptos. Impunidad y simulación, corrupción y
privilegios.
Es posible
afirmar que casi todos los gobiernos mexicanos (durante el siglo 20 y hasta el
actual) han dirigido la nación desconectados de los ciudadanos. La consecuencia
real de esta conexión es que la democracia mexicana, en sus múltiples crisis y
transiciones, aún no se ha consolidado y tardará mucho en hacerlo si los
ciudadanos no ejercen una presión inteligente para que en México se consolide
una democracia estable y duradera.
El caso
Iguala—Ayotzinapa, el lugar en donde estudian los normalistas desaparecidos—ha
desatado una indignación no sólo nacional sino mundial entre las sociedades
civiles del globo. La información ha fluido de forma poderosa a través de los
medios convencionales y las redes sociales. De una u otra forma, gran parte de
los ciudadanos del mundo han tomado consciencia sobre la gravedad del asunto:
las manifestaciones de apoyo a favor de que aparezcan pronto los 43 estudiantes
desaparecidos se siguen multiplicando.
La
violencia en México siempre ha existido, con menores o mayores intensidades, de
acuerdo a cada etapa histórica, como la existe en cualquier país alrededor de
mundo. Sin embargo, desde el sexenio del anterior presidente de México, Felipe
Calderón, se desató por completo la violencia debido a que éste declaró una
“guerra” frontal contra la delincuencia organizada. El resultado de la acción
emprendida por Calderón fue la apertura de un periodo tenebroso en el que han
muerto miles de personas.
Lo que
agudizó la situación fue que, en medio de las peleas entre las autoridades
policiales y los delincuentes de distintos bandos y adscripciones, se encontraba
la sociedad civil. Ésta, la sociedad civil, es la que en realidad ha sufrido de
forma brutal y sanguinaria esta “guerra”. Consecuentemente, la sociedad civil
ha tenido, en casos extremos, que organizarse y hasta armarse en lo que se ha
llamado “autodefensas” (reportes actualizados sobre las “autodefensas” pueden
ser consultados en este link: http://goo.gl/hr5QkF).
Se puede
decir que la violencia actual viene de forma directa del descontrol nacional
del sexenio pasado y, asimismo, de la imposibilidad del actual gobierno de
transformar la realidad para resolver no sólo el problema de la violencia sino,
también, los de la distribución económica y de justicia.
En suma, son
distintos los factores que ha provocado la violencia desatada la en México: la
guerra contra el crimen del sexenio anterior, la corrupción y la impostura
comunicacional del gobierno, así como la imposibilidad de la sociedad civil
para organizarse y exigir mejores cuentas a sus políticos.
A manera de
conclusión, quiero pensar que los ciudadanos mexicanos, en quien veo la gran
potencialidad para el cambio necesario, deben reorganizarse para intentar
rehacer una idea de México.
La sociedad
civil necesita reinventar la nación a partir de la idea de que, hacia dentro,
debe haber una recuperación de una memoria viva y crítica, capaz de evocar los
grandes logros en la historia de México y ser capaz de, no sólo imitarlos, sino de asimilarlos a
una realidad contemporánea. Asimismo, se debe construir una imaginación
solidaria, es decir, una imaginación capaz de agrupar a los mexicanos en
comunidades copartícipes y mejor organizadas. Finalmente, se debe emprender una
reconstrucción de la creatividad política que ayude a los ciudadanos a
encontrar formas de solidificar la democracia para poder ejercer presión real
contra los gobiernos que dirigen la nación.